El sobrepeso y la obesidad en Europa están “estrechamente vinculados” a los ingresos personales

El sobrepeso y la obesidad son dos problemas de salud pública que en Europa se han vuelto más común a medida que se han ido incrementando hasta cierto nivel los ingresos per cápita. Y es que así lo señaló esta semana la la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Un nuevo informe de la FAO sobre la seguridad alimentaria en Europa y Asia central muestra que los datos de sobrepeso y obesidad están “estrechamente vinculados” a los ingresos personales.

Así, el número de personas que ingieren más de lo que necesitan tiende a crecer al mismo tiempo que lo hacen sus ingresos per cápita hasta situarse entre 30.000 y 40.000 dólares anuales (entre 28.200 y 37.600 euros), nivel a partir del cual cambia la tendencia.

Alrededor del 57 % de la población en Europa y Asia central vive en países donde el principal problema nutricional es la sobrenutrición, entre ellos el Reino Unido, Turquía, Portugal, Rusia, Malta, Polonia, Alemania, Hungría y España

Estos países tienen en común que, con el aumento de los ingresos, la composición de las dietas está cambiando con un menor consumo de cereales y productos básicos, y se mueve hacia más otros productos”, afirma a Efe la experta de la FAO Ariella Glinni.

Según el informe, la economía creció un 50% entre 1992 y 2015 en los 28 países de la Unión Europea y en la Comunidad de Estados Independientes (formada por repúblicas ex soviéticas), y hasta un 100% en otros como Turquía o los de Europa Central.

Con tal crecimiento,  acceder a los alimentos ha dejado de ser un obstáculo indica Glinni, que ve cómo han surgido otras preocupaciones como el mayor consumo de productos con alto contenido en azúcares y sal, asociados a enfermedades cardiovasculares.

Medidas para discentivar ciertos productos

La desnutrición ha sido en gran parte superada durante ese periodo (1992-2015), salvo en varios países del Cáucaso y Asia Central que representan el 7% de la población de la región, y el 13% de las personas viven en lugares donde predominan a la vez la desnutrición, la sobrenutrición y las carencias de micronutrientes como el hierro, la vitamina A o el zinc. El 23% restante habita en países donde los problemas nutricionales preocupan menos como, por ejemplo, Francia, Holanda, Grecia, Italia, Austria, Suecia o Noruega, siempre en función de los datos que revela el estudio.

Algunos de estos países han empleado enfoques para aumentar la educación y la concienciación de los consumidores, incluyendo medidas relacionadas con el etiquetado o los niveles recomendados de sal o azúcar” para desincentivar ciertos productos, explica la especialista de la FAO.

Al respecto, Glinni destacó la importancia de que esas políticas se apliquen de forma “combinada” y “no aislada” como con los impuestos a los productos ricos en grasas saturadas, azúcares y sal.

Estas políticas que, correctamente hay que llamarlas medidas fiscales para cambiar el precio relativo de los alimentos en función de su carácter saludable, se han introducido en Dinamarca, Hungría, Finlandia y Francia, mientras otros países se lo están planteando.

Según el informe, aunque su impacto económico en principio puede perjudicar a las personas pobres, a la larga los beneficios para su salud son mayores, y es que los grupos de bajos ingresos reaccionan más a los cambios de precio y parten “por su naturaleza económica” de niveles de consumo de peor calidad.

La FAO también recomienda mejorar el etiquetado de los alimentos, aumentar el control para garantizar su buen estado, reformular el valor nutricional de los productos precocinados más usados e informar a la población sobre cómo llevar una dieta que, saludable y equilibrada “aleje” por completo los factores de riesgo  (diabetes, hipertensión, sedentarismo, tabaquismo, sobrepeso, obesidad y abuso del alcohol entre otros) y por ende cualquier posibilidad de enfermedad cardiovascular, sustentada también en la práctica de ejercicio físico.
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