Ciencia y paridad de género. Antonio García

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..Antonio García García. Médico y Catedrático emérito de la Universidad Autónoma de Madrid y presidente de la Fundación Teófilo Hernando.
Cuando faltaban cinco días para el inicio de la edición número diecinueve de la Escuela Internacional de Farmacología “Teófilo Hernando”, que debía celebrarse en la semana del 26 al 30 de julio de 2021 en el santanderino Palacio de la Magdalena, sede de verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), la rectora profesora María Luz Morán Calvo-Sotelo me comunicó la cancelación de dicha Escuela. El argumento que utilizó para tomar tan drástica medida fue el desequilibrio de género del profesorado
que se había comprometido hacía meses para participar en la Escuela, nueve hombres
y una mujer de los Estados Unidos, España, Reino Unido e Irlanda. Con tan solo una
semana de antelación, la rectora me pedía que cambiara a algunos hombres científicos
que trabajan en la vanguardia de la neurociencia y las enfermedades neurológicas por
mujeres científicas de igual nivel. Como le dije que en tan corto espacio de tiempo era
imposible hacer esos cambios, y que en futuras ediciones de la Escuela intentaría
avanzar en el equilibrio hombre científico-mujer científica, la rectora tomó mi negativa
como argumento para cancelar la Escuela.

Para tener una idea del daño que se infringe a la Escuela, a sus profesores y alumnos, a la ciencia española, a la ciencia en general y a la causa de la mujer, es necesario poner en contexto el origen y la evolución de esta Escuela. En 1995 el recién nombrado rector de la UIMP profesor José Luis García Delgado me invitó a crear en la UIMP una Escuela de Farmacología que tendría continuidad en veranos sucesivos. La bauticé con el nombre de don Teófilo Hernando, el adelantado de la farmacología académica y científica española en el primer tercio del siglo XX. En su primera edición, celebrada en julio de 1996, con temática general de farmacología, ya intervinieron profesores de dentro y fuera de España y se matricularon en la misma 80 alumnos.

Con tan solo una semana de antelación, la rectora me pedía que cambiara a algunos hombres científicos que trabajan en la vanguardia de la neurociencia y las enfermedades neurológicas por mujeres científicas de igual nivel

En sucesivas ediciones, con mi colaborador y amigo profesor Luis Gandía, actualmente catedrático de farmacología en medicina de la UAM, hicimos esfuerzos por internacionalizar la Escuela, invitando a profesores que hacían buena ciencia en la frontera del conocimiento, enfocada a la I+D del medicamento y el descubrimiento de dianas farmacológicas para desarrollar nuevas terapias para tratar las enfermedades humanas. En los últimos años, la temática de la Escuela fue centrándose en la neurociencia y las enfermedades del sistema nervioso, se ha venido impartiendo en inglés, con profesores (unos 10 por edición) y alumnos (30-40 por edición) de dentro y
fuera de España. Un aspecto original del programa de la Escuela ha sido la implicación
de todos, profesores y alumnos, durante la semana que dura: por la mañana los profesores impartían sus conferencias, que se seguían de prolongados e intensos
coloquios con la muy activa participación de los alumnos; y por la tarde, los propios alumnos exponían su trabajo de tesis doctoral o de posdoctorado, que se seguían de preguntas de profesores y alumnos.

Este ambiente de “alto voltaje científico y académico” se complementaba con dos  actividades que hacían honor y rememoraban el enfoque inicial humanista y científico que dieron a la UIMP sus creadores: la lectura de poesía tras las exposiciones y una cena de profesores y alumnos que organizábamos en el Restaurante La Gaviota del Puerto de  Pescadores de Santander. Ambas actividades no son baladíes, ya que han contribuido a la formación humanista de los alumnos y a la interacción entre alumnos y profesores. Dos anécdotas ilustran el ambiente de la Escuela.

En 1995 el recién nombrado rectorde la UIMP profesor José Luis García Delgado me invitó a crear en la UIMP una Escuelade Farmacología que tendría continuidad en veranos sucesivos

Una de ellas se relaciona con la participación del profesor Paul Schumacker, quien se desplazó desde su Universidad Northwestern de Chicago y pasó con nosotros la semana  de la décimocuarta Escuela, que celebramos en Julio de 2015. Paul asistió a todas las conferencias de la mañana impartidas por neurocientíficos de renombre y, lo que fue más llamativo, también estuvo presente en las sesiones de la tarde, cuyos protagonistas son los jóvenes alumnos que presentan su trabajo de doctorado o posdoctorado. Esta no es la actitud de muchos científicos que, invitados como ponentes en cursos y congresos llegan, imparten su charla y se marchan. Paul formuló numerosas preguntas a los ponentes, charló animadamente con los alumnos en el comedor y en la cafetería y confesó que esta cercanía profesor-alumno era impensable en su universidad.

En la cena final de profesores y alumnos que celebramos en el Restaurante La Gaviota compartimos mesa con él dos estudiantes de Farmacia de Salamanca y la Complutense, Cristina Serrano y Laura Vallejo otros dos de medicina de la Universidad Autónoma de Madrid, Santiago García Martín y Manuela García Ferrer y yo mismo. Entre rabas, chipirones, navajas, bonito y sardinas a la brasa, rociados con sangría y cerveza, Paul habló de la ciudad de Chicago, su entorno de los Grandes Lagos y, por supuesto, del estrés oxidativo y la enfermedad de Parkinson. Los alumnos preguntaban y opinaban sobre los ambientes universitarios español y estadounidense.

Los alumnos y profesores de la Escuela de Farmacología Teófilo Hernando de la UIMP saben que en su trasfondo científico-farmacológico hay un acento poético
que es preciso cultivar

Con los años, los alumnos y profesores de la Escuela de Farmacología Teófilo Hernando de la UIMP saben que en su trasfondo científico-farmacológico hay un acento poético que es preciso cultivar. Es el espíritu de la UIMP, creado por escritores y poetas. En este ambiente, y tras una semana escuchando a alumnos y profesores recitando poemas en su lengua materna, Paul Schumacker se animó a construir un poema de su propia cosecha, que dedicó a los alumnos y leyó al finalizar su conferencia. En él contaba la profunda impresión que le había causado el hecho de vivir tan intensamente aquella edición número 14 de la Escuela. En el poema dejó claro un mensaje para los jóvenes alumnos: “Cuando en el futuro persigáis vuestros objetivos profesionales, sea la ciencia, medicina, farmacia u otras carreras, agarraos a la verdad, al conocimiento y la pasión. Disfrutad lo que hagáis, mantened vuestro espíritu humanista y cuando estéis equivocados, admitidlo”.

La segunda anécdota se relaciona con el acto de clausura de la octava edición de la Escuela en 2008, que fue emocionante. Regalé cinco libros de poesía a los cinco alumnos que mejor habían declamado los poemas a lo largo de la semana. Pero con diferencia, la mejor fue Elena Plans Berilo, una alumna de medicina de la UAM que luego hizo la especialidad de psiquiatría. Durante la semana había recitado el poema número 20 de los “Veinte Poemas de Amor” de Pablo Neruda; lo declamó con tanta ternura y  sensibilidad que emocionó a alumnos y profesores. Por eso, al regalarle este librito le pedí que volviera a declamarlo: “Puedo escribir los versos más tristes esta noche. / Escribir, por ejemplo: “la noche está estrellada, / y tiritan, azules, los astros a lo lejos”. La profesora Virginia Maqueira, a la sazón vicerrectora de la UIMP, se quedó vivamente  impresionada por la dulzura del recital de Elena y por el hecho de que en un curso científico se hubiera introducido el discurso poético. Estamos en la UIMP, le dije.

Desconozco si la actual rectora de la UIMP, profesora María Luz Morán Calvo-Sotelo, sabe lo que es el espíritu de la UIMP, que sus fundadores perfilaron

Para entender el enorme impacto que la UIMP ha tenido en el panorama cultural, científico y universitario español, conviene remontarnos a sus orígenes. El 23 de agosto de 1932 Fernando de los Ríos, ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, firmó el decreto fundacional de la Universidad Internacional de Verano en Santander. El 30 de enero de 1933 se realizó la entrega oficial del Palacio de la Magdalena al Patronato de la flamante Universidad que, en su andadura inicial tuvo por rectores a Ramón Menéndez Pidal (1933) y a Blas Cabrera (1934-1936) y como secretario general a Pedro Salinas. Un escritor, un físico y un poeta trazarían el camino que habría de seguir la UIMP, conjugando ciencia y cultura e intentando recuperar la simbiosis que ambas tuvieron en el Renacimiento. Que esto es así lo prueba el hecho de que por aquellos años pasaran por la Magdalena decenas de profesores de la talla de Unamuno, Hernando, Marañón, Zubiri, Ortega, Warburg, Schrödinger, Palacios, Jiménez Díaz, Lafora, Cabrera, Camón, Von Euler, Barger, Menéndez Pidal o Américo Castro. Es curioso que por aquel entonces los cursos duraran todo el verano para que lo profesores y los 350 mejores alumnos seleccionados en las universidades españolas convivieran en una atmósfera informal que facilitaba el sereno análisis de los temas, favorecía la maduración intelectual de los jóvenes estudiantes, estimulaba el desarrollo de una actitud crítica y liberal, apertura de espíritu y tolerancia hacia las ideas de los demás.

Para conmemorar su 75 aniversario, la UIMP editó el libro “La Universidad Internacional de Verano de Santander, en seis testimonios personales (1932-1936)”. En el prólogo, el rector profesor Salvador Ordónez resaltaba la originalidad del libro, escrito por seis estudiantes del periodo 1932-1936, que más tarde brillarían en su profesión: Emilio Gómez Orbaneja, José Botella Llusía, Julián Marías, Manuel Mirdán Manero, Carmen Castro y Fernando Chueca Goitía. Botella confesaba que “aquellos años fueron decisivos en mi formación intelectual”. Por su parte, Julián Marías recordaba a la UIMP así: “Había ambiente cordial y alegre entre estudiantes y profesores… Pocas veces he visto una convivencia más espontánea, estimulante, inteligente, divertida, cortés. No puedo decir cuánto me enriqueció intelectual y humanamente”. Y Chueca subrayaba el ambiente propicio a la tertulia distendida y a la amable conversación entre alumnos y profesores. Este ambiente en el que se combinan humanidades y ciencia, que recuerda al Renacimiento, es lo que podría definir el espíritu de la UIMP; el estudiante que se impregna de ese espíritu adquiere así una formación universitaria integral.

Lo que parece seguro es que ignoraba por completo la trayectoria de 25 años de la Escuela de Farmacología “Teófilo Hernando” de la UIMP

Desconozco si la actual rectora de la UIMP, profesora María Luz Morán Calvo-Sotelo, sabe lo que es el espíritu de la UIMP, que sus fundadores perfilaron. Lo que parece seguro es que ignoraba por completo la trayectoria de 25 años de la Escuela de Farmacología “Teófilo Hernando” de la UIMP, que ha cultivado, potenciado y transmitido ese espíritu a más de 500 estudiantes de grado, posgrado y posdoctorado, en un ambiente extraordinario de interacción profesor-alumno. Con la cancelación de esta Escuela ha roto esa trayectoria sin que, para nada, esta arbitraria decisión ayude a la paridad de género en la ciencia española y universal. Es más, su decisión va manifiestamente contra la causa de la mujer, como me han confesado numerosos representantes de instituciones y científicos de ambos sexos, de dentro y fuera de España, a los que he comunicado la cancelación de las Escuela. Por cierto, he dirigido la tesis doctoral a 35 mujeres que hoy ocupan puestos de responsabilidad en universidades y empresas farmacéuticas de dentro y fuera de España.

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