..Florentino Pérez Raya, presidente del Consejo General de Enfermería (CGE).
Anuario iSanidad 2021.
Mientras asistimos con expectación -aderezada con más preocupación que esperanza- a la evolución de las cifras de contagios y a los progresos de la vacunación, cabe reflexionar también sobre la realidad enfermera tras dos años de pandemia. Es evidente que, más allá de homenajes y muestras de admiración pública, la desgracia que nos ha sobrevenido en forma de virus ha servido al menos para que la población conozca de cerca el papel crucial de las enfermeras en el sistema sanitarios. Quizá existía cierto desconocimiento sobre las funciones y desempeño de nuestras enfermeras, o tenían referencias vagas de unas funciones auxiliares que están muy alejadas de la realidad actual. Creo que esa visibilidad es de las pocas consecuencias positivas de la pandemia.
Pero eso no debe cegar- nos, por muchos homenajes y palabras de elogio que escuchamos. La situación de la enfermería no va a cambiar sólo con anhelos y discursos. España afronta un reto de futuro, proporcionar los cuidados que necesita una sociedad envejecida y aquejada de patologías crónicas. Eso, hoy en día, es imposible. El sistema ha sobrevivido todos estos años por la formación de nuestras enfermeras, por su entrega y profesionalidad. Pero las enfermeras no pueden clonarse. Hace falta una planificación estratégica y política y, siendo realistas, no confiamos mucho en que ningún gobierno -ni este, ni los anteriores, ni los que vengan- tenga voluntad política de dar un paso imprescindible para la sanidad española.
Llevamos años demostrando, con datos en la mano, que España no tenía suficientes enfermeras y esta escasez se traduce en una mayor morbilidad y mortalidad de los pacientes
Llevamos años demostrando con datos en la mano – el Consejo General de Enfermería y otras instituciones enfermeras- que España no tenía enfermeras suficientes. Que si nos comparamos con los países de nuestro entorno estamos a una distancia abismal en lo que se refiere al número de enfermeras por cada 100.000 habitantes. Nos situamos en el furgón de cola de la Europa comunitaria, con países de otro nivel de desarrollo socioeconómico y con un sistema sanitario que no se puede comparar con el nuestro. Y hemos dicho cientos de veces, con la seguridad que da apoyarse en la evidencia científica, que esa falta de enfermeras se traduce en una mayor morbilidad y mortalidad de los pacientes.
Sumidos en la mayor crisis sanitaria que hayamos conocido, la falta de planificación de recursos humanos de las décadas precedentes se manifiesta en un sistema que zozobra por la falta de profesionales. Si se podían ahorrar salarios en enfermeras -por supuesto especialistas menos aún-, ¿para qué iban a proporcionar a los pacientes la oportunidad de ser atendidos por enfermeras que no estuvieran saturadas? Ha sido un error y una miopía histórica por parte de la Administración central y las autonómicas.
La falta de enfermeras se traduce en una mayor morbilidad y mortalidad de los pacientes
Ahora no hay suficientes enfermeras en UCI, no hay enfermeras en los colegios, los centros de salud no dan abasto y además hay que hacer todavía la esencial labor del rastreo y seguir avanzando en la vacunación. Las enfermeras, no olviden, han administrado ya 78 millones de dosis, y es clave seguir vacunando. Corrijamos este error histórico y pongamos las bases de la sanidad del futuro, pero, sobre todo, contando con las enfermeras.
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