..Juan Lerma, director del Centro Internacional de Neurociencia Cajal (CNIC-CSIC).
Anuario iSanidad 2021.
Hace unas semanas veíamos con satisfacción que un grupo de investigadores era capaz de hacer que una persona ciega viera mediante la transfección de las células ganglionares de su retina con DNAs que codificaban proteínas sensibles a la luz. La persona afectada sufría de retinitis pigmentosa, que es una enfermedad ocular neurodegenerativa en la que la pérdida de fotorreceptores puede conducir a la ceguera total. Los investigadores inyectaron intraocularmente un vector viral que codificaba una proteína fotoactivable denominada ChrimsonR.
La estimulación lumínica adecuada para estimular esa proteína se logró mediante unas gafas robóticas capaces de detectar cambios en la intensidad de la luz y a su vez de proyectar sobre la retina pulsos de luz roja adecuada para la activación de la proteína ChrimsonR en tiempo real. Las células ganglionares de la retina, en las que esa proteína se había “implantado” llevaron así la información lumínica al interior del cerebro, porque en esa enfermedad estas neuronas están sanas, permitiendo ver, aunque parcialmente, al individuo ciego.
Existe cierto consenso en que la compresión del cerebro es el reto científico más importante al que la humanidad se enfrenta
¿De dónde viene ese conocimiento que permite implantar proteínas para activar células de la retina humana y llevar información visual al cerebro? Pues del uso de una técnica llamada optogenética y que resulta de investigaciones fundamentales realizadas desde el año 2000 que descubrieron y aislaron estas proteínas en algas Chlamydomonas y vislumbraron su uso para activar neuronas. De hecho, la optogenética ha revolucionado el campo de las neurociencias. Con su aplicación a un caso real de enfermedad se da un paso enorme en su aplicación también terapéutica en el ámbito de las enfermedades neurodegenerativas.
Existe cierto consenso en que la compresión del cerebro es el reto científico más importante al que la humanidad se enfrenta. Esta aseveración, considerada en un momento donde existen indicaciones serias sobre la alteración irreversible de la naturaleza por acción del ser humano, que podrían llevar al fin de la humanidad, y ahora que incluso un simple virus la ha puesto en jaque, puede sonar un poco altisonante. Pero no es así. El cerebro sigue siendo la estructura más compleja y desconocida. Nos permite comunicarnos con y percibir nuestro entorno, a través de su actividad se generan nuestros pensamientos y comportamientos; almacena nuestros recuerdos y soporta nuestra experiencia. Y su funcionamiento defectuoso causa cientos de desórdenes en todas las edades, representando una gran carga social y económica difícil de asumir.
La investigación fundamental nos puede aportar el conocimiento necesario para entender y dominar las causas de las enfermedades y proveer tratamientos
La investigación fundamental nos puede aportar el conocimiento necesario para entender y dominar las causas de las enfermedades y proveer tratamientos que palíen el sufrimiento que los enfermos cerebrales y sus familias padecen. La extraordinaria reacción de la ciencia ante el reto de desarrollar una vacuna contra el SARS-CoV-2 ha puesto de manifiesto que hemos de conocer, de acumular conocimiento, para poder reaccionar rápidamente y encontrar soluciones ante cualquier emergencia.
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