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El verano y el tiempo libre favorece el aumento de horas que los niños y adolescentes pasan con los dispositivos electrónicos y, sobre todo, de los juegos online. “Ya con el confinamiento, hemos experimentado un aumento de problemas de adicciones a las nuevas tecnologías de los más jóvenes, lo cual puede contribuir negativamente a desconfigurar determinados procesos vinculados al desarrollo de la personalidad de los adolescentes más vulnerables, invirtiendo los aspectos relacionados con la sociabilidad, propios de este periodo etario, por el individualismo y el aislamiento”, argumenta la Dra. Marina Romero González, psiquiatra infantil y coordinadora de la Unidad de Salud Mental Infantil y de Neurodesarrollo de Vithas Málaga.
Según, el Informe Juventud en España 2020 la conexión a Internet tiene un marcado perfil de edad. Los individuos de entre 14 y 24 años dedican una gran parte de su tiempo (desde dos horas a más de tres horas) a la interacción online. Además, esta tendencia de los más jóvenes no depende de los estudios, al contrario, cuanto menos nivel de estudios, más tiempo están online.
El uso compulsivo de Internet ha aumentado en 2021 en ambos sexos y en todos los tramos de edad
Asimismo, el uso compulsivo de Internet ha aumentado en 2021, 23,5% frente al 20% en 2019, en ambos sexos y en todos los tramos de edad. En este sentido, se advierte un mayor aumento de la prevalencia entre las chicas (28,8% en 2021 y 23,4% en 2019) que entre los chicos (18,4% en 2021 y 16,4% en 2019) y en edades más tempranas. Por ello, para la psicóloga María Cóndor es importante que dentro del entorno familiar se detecten determinados comportamientos de alarma que pueden avisar de un posible trastorno.
Entre otros comportamientos a tener en cuenta, se encuentran: el juego es su única preocupación y conversación posible; irritabilidad; no reconoce las horas de juego y miente sobre las mismas a sus padres o amigos, enfadándose si se le recrimina o si se le echa en cara; es capaz de no dormir y no comer con tal de estar más tiempo delante de la pantalla; asegura que va a jugar un rato antes de estudiar y pasa varias horas sin poder parar; malas notas y desinterés en los estudios; escasa vida social; y, por último, alteraciones del sueño y de los hábitos alimenticios por estar demasiadas horas jugando, así como problemas de atención y concentración en tareas y actividades diarias.
“Hay que entender que jugar online no es algo malo. Lo malo está en la dosis de juego. En el momento que estar en el ordenador nos aísla, nos incapacita para disfrutar de otras actividades, nos hace empeorar nuestro rendimiento, nos hace estar con ansiedad y es usado como vía de escape incontrolable es cuando hay que intervenir”, concluye Cóndor.
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