Dr. Morera, tras 40 años en atención primaria: “La primera ola fue de un horror que no había vivido nunca”

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..Gema Maldonado.
Han pasado cuatro décadas desde que el Dr. Joaquín Morera saliera de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid, donde ha vuelto después muchas veces como docente, para comenzar su labor como médico de familia. Han sido 40 años ejerciendo en la que considera “la base para que el sistema de sanidad funcione”. Y haciéndolo como cree que debe hacerse la medicina de familia y comunitaria, desde la “longitudinalidad, atendiendo a una familia o un individuo durante mucho tiempo”. Algo que, lamenta, “en este momento de precariedad absoluta de la atención primaria”, es difícil.

Cuatro décadas repartidas en tres centros de salud madrileños, con algunos años dedicados a la gestión como subdirector y director médico de área de salud, en las que ha vivido muchas situaciones difíciles. Recuerda los inicios del VIH y el síndrome del aceite tóxico. Pero ninguna como la pandemia que ha puesto patas arriba el mundo y que le ha proporcionado, en la recta final de su trayectoria profesional, “un horror que no había vivido nunca”.

Tras cuatro décadas como médico de atención primaria en la Comunidad de Madrid, el Dr. Joaquín Morera acaba de jubilarse

Diagnosticó la primera neumonía bilateral causada por el SARS-CoV-2 el 22 de febrero de 2020, “cuando casi no se habían visto casos en Madrid”, y desde entonces ha sido un no parar de horas de más dedicadas a la atención de pacientes, de agendas diarias imposibles, de miedo, de incertidumbre y también de sentirse “abandonado” por los gestores sanitarios ante situaciones que en muchos casos ha compartido en su perfil en Twitter con sus más de 13.000 seguidores.

Antes de que el descanso, sus nietos y alguna actividad docente sean sus principales ocupaciones, y apenas tres días después de colgar la bata blanca por última vez, para dar paso a una nueva etapa vital como médico jubilado, conversa con iSanidad. Desde su experiencia y sus vivencias personales, habla sobre el papel de la medicina de familia, la evolución de la atención primaria y sobre lo que ha supuesto la pandemia para unos centros de salud con recursos ya mermados por los recortes que tantas veces han denunciado sus sanitarios.

Lleva muchos años ejerciendo como médico de familia, ¿cómo debe ser la medicina de atención primaria y qué labor debe cumplir el médico?
Tiene una labor fundamental, es la base de que el sistema funcione. Tiene que dar la mejor atención posible, organizar esa atención, organizar la asistencia y saber dirigir los recursos para que cada persona obtenga lo que necesita en cada momento. La gran mayoría de patologías se pueden resolver en la consulta de primaria. Después hay un porcentaje que requiere de la colaboración con otros especialistas y hay que saber orientar bien esos casos y estar pendiente cuando aparecen esas patologías para dar la atención que se merece cada paciente.

“El médico de atención primaria tiene una labor fundamental, es la base de que el sistema funcione”

Habla de atención, prevención y acompañamiento a lo largo de la vida de las familias que atienden en primaria. ¿Es posible hacer esa medicina de familia actualmente?
Yo lo he hecho, se puede. Pero no veo una apuesta decidida por parte de la Administración para que eso ocurra. Una cosa es la atención inmediata que podemos dar: la atención a la demanda y resolver problemas. Y otra es todo lo que puede aportar la medicina de familia y la atención primaria en el sentido de la longitudinalidad. Es decir, atender a una familia o a un individuo a lo largo de mucho tiempo. Eso da una base de conocimiento espectacular, una base de relación fundamental para saber entender, comprender y abordar muchísimo mejor las patologías y los cuidados de esas patologías.

Pero no veo una apuesta clara de que se mantenga esa longitudinalidad. Hay una movilidad enorme con muy poca capacidad del sistema para mantener a un médico o una enfermera en una plaza. Y eso es una de las cosas que creo que tiene que cambiar. Esto tiene que ver con la precariedad. Es un problema de la Administración. No puede ser que una persona esté contratada por días, hay que intentar mantener al profesional en el puesto de trabajo durante el mayor tiempo posible dando continuidad a su labor.

“La longitudinalidad da una base de conocimiento y de relación fundamental para entender, comprender y abordar muchísimo mejor las patologías”

Hay bastantes estudios que demuestran que la longitudinalidad no solamente disminuye la morbilidad, sino que disminuye ingresos y muertes. Se puede aportar muchísimo dando esa continuidad de cuidados. Eso se conseguiría si se apostara más por la atención primaria, reforzando sus equipos. Pero en este momento de precariedad absoluta de la atención primaria se tiende a todo lo contrario: a no cubrir las ausencias, a reducir el número de puestos y a que cada vez haya más población por profesional. Y este no es el camino.

¿Cómo ha cambiado el ejercicio de la atención primaria en los últimos años? ¿estaba mejor antes o es una idea errónea?
Yo creo que quien ha tenido opción y ha querido, ha podido desarrollar una medicina de familia bien. Pero son necesarias unas condiciones fundamentales: mantener una plaza con una continuidad a lo largo del tiempo y tener unos medios que cada vez van a menos. No hay capacidad para dar respuesta a toda la necesidad de atención, que ha crecido, entonces se dejan de lado muchas actividades de medicina de familia, como la actividad preventiva, y te dedicas más a la atención inmediata de consulta.

“No hay capacidad para dar respuesta a toda la necesidad de atención en primaria, entonces se deja de lado la actividad preventiva de la medicina de familia”

Claro que ha cambiado y no a mejor. Yo soy de los primeros de la especialidad de medicina de familia y, en esos primeros años íbamos marcando las actividades que había que hacer de forma preventiva, y lo hacíamos con un consenso científico. Pero después esta labor empezó a quedar en manos de los gestores, lo que cambió bastante la manera de verlo. Pasó a ser una oferta de actividades diferente en la que no se contempla la realidad de los centros y se pide que todo el mundo haga la misma carta de servicios, con unas connotación que no siempre son buenas.

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Si mantienes el nivel de responsabilidad aumenta el nivel de respuesta, pero para mantener ese nivel de responsabilidad y respuesta tienes que tener a esos profesionales en condiciones adecuadas para que respondan bien. Y estos equilibrios no se están dando tanto. Los profesionales de atención primaria ahora mismo no están satisfechos ni con las condiciones que tienen ni con el resultado de lo que hacen.

“La atención primaria ha cambiado y no ha mejor. Los profesionales ahora mismo no están satisfechos ni con las condiciones que tienen ni con el resultado de lo que hacen”

Ahora, con todo lo que ha supuesto la pandemia, entiendo perfectamente que la población no comprenda situaciones que se han dado y se siguen dando. Si vas con un problema urgente se te atiende, pero a la vez se te regaña: ¿pero cómo no ha llamado previamente por teléfono?. Se da en este momento una situación muy compleja que no está favoreciendo nada la relación entre profesional y usuario.

La pandemia le ha cogido en los últimos años de su andadura profesional, ¿qué ha supuesto para usted?
La primera de las fases que he sentido y he vivido como profesional en la pandemia fue de auténtico horror. Veíamos lo que venía y se nos moría la gente por todos lados, además no sabíamos manejar la situación. Fue brutal porque pacientes que tenías de toda la vida, que habías acompañado en situaciones enormes, que habían superado un cáncer, se morían de repente, casi sin saber por qué, tras dos días de fiebre. Y, además, en aquel momento no teníamos nada más que el diagnóstico de probabilidad, porque no teníamos test.

“Pacientes que tenías de toda la vida, que habías acompañado en situaciones enormes,  se morían de repente, casi sin saber por qué, tras dos días de fiebre”

Cantidad de personas en domicilios, que se nos ponían enfermas y de repente les bajaba la saturación de oxígeno enormemente e intentabas buscarle trasporte para el traslado al hospital y no podías. La primera ola fue de un horror que yo no había vivido nunca. He vivido el síndrome tóxico y el VIH en sus inicios, pero no tenía nada que ver con el horror de esto.

En mi vida he estado sin dormir tanto tiempo como en el inicio de la pandemia. Y como yo había más compañeros que no solo estábamos trabajando en el centro de salud, sino que llegábamos a casa y colaborábamos con un montón de gente, dando instrucciones, mensajes, ayudando a través de las redes y resolviendo muchas dudas y problemas que tenía la población y que no tenían otra manera de resolver. Eran auténticas noches de insomnio.

“He vivido el síndrome tóxico y el VIH en sus inicios, pero no tenía nada que ver con el horror de la pandemia”

Después pasaron los dos primeros meses y empezamos a respirar un poco, pero empezamos otra vez y los ciclos han sido sucesivos, aunque diferentes: ya no teníamos esa mortalidad tan enorme, sabíamos bastante más del virus sabíamos cómo intentar evitarlo. Pero la carga de trabajo ha seguido siendo brutal. Después surgieron las vacunas, lo que nos dio un respiro mucho mayor porque disminuyó muchísimo el número de ingresos, la gravedad y los fallecidos, pero seguimos con una carga bestial de rastreos, seguimientos, etc.

Usted ha pasado toda la pandemia al pie del cañón, ¿cómo se gestiona el miedo?
No lo sé, estando ahí. He tenido circunstancias personales muy complicadas debido al virus. La mayoría de mis compañeros las han tenido incluso peores, porque han fallecido familiares suyos por atender ellos la pandemia. Durante la primera ola en mi centro hubo 19 infectados entre los profesionales.

Peor que el miedo, que lo tenía, pero había que vencerlo porque estás en una situación de lucha, llevé la incomprensión de la Administración. No teníamos todos los apoyos que deberíamos haber tenido, sobre todo al inicio. Nos tendrían que haber hecho más caso, nos escuchaban poco. Veíamos venir mucho antes la situación y poníamos las medidas antes de que las pusieran ellos, como el uso de la mascarilla, cuando la Administración decía que incitábamos al miedo si nos la poníamos. Esa falta de comprensión y empatía causaba una desafección con tus gestores y la Administración que se llevaba muy mal.

“Peor que el miedo, que lo tenía, pero había que vencerlo porque estás en una situación de lucha, llevé la incomprensión de la Administración”

¿Se han sentido abandonados?
Sí, eso es lo peor. En el inicio, en cuanto a las medidas de protección para los sanitarios, yo me he sentido abandonado. Nos poníamos las bolsas de basura como EPI y veíamos en primera persona cómo se infectaba la gente y cómo nos infectábamos nosotros. Después, ha habido falta de apoyo para que nuestro trabajo fuera mucho más fácil. Nosotros pedíamos los rastreadores y nos los pusieron casi al final de la tercera ola. El apoyo en las tareas burocráticas llegó ya en la cuarta ola. Todo ha llegado tarde y mal. Y ahí claro que sientes abandono. Yo hablo de mi vivencia en Madrid. Probablemente en todos los sitios no haya sido igual.

¿Y para la atención primaria qué ha supuesto la pandemia?
Ha sido bestial y, además, creo que se ha dado una visión totalmente falsa de lo que hacíamos y lo que no hacíamos en los centros de salud. No hemos dejado de atender las patologías crónicas. Mis pacientes crónicos que han necesitado atención porque empeoraban han estado atendidos. Si necesitaban ser derivado al hospital, se ha hecho, con muchas más dificultades, porque hemos tenido que pelear para que fuera atendido; mis pacientes terminales o los de atención en domicilio, han seguido con su atención.

“Todo ha llegado tarde y mal. Y ahí claro que sientes abandono”

¿Qué es lo que no se ha hecho y que tendrá su impacto en el futuro? No hemos hecho las actividades preventivas que aprovechabas a hacer en unas visitas presenciales. El nivel de estrés de todo esto ha sido muy alto.

Nos ha exigido también horas extra y nos exige buscar la manera porque el sistema ha claudicado. Cuando tus compañeros caían enfermos y no se cubrían, teníamos el doble de trabajo habitual más la pandemia y, muchas veces, con la mitad de profesionales. Ahí se ha demostrado que la atención primaria requiere y necesita muchos más recursos que los que tiene para situaciones normales y para situaciones como la pandemia.

“La pandemia nos ha exigido horas extra y nos exige buscar la manera porque el sistema ha claudicado”

¿Cómo han sido los últimos días en la consulta?
Ha sido precioso. Una de las mejores experiencias de mi vida, sin duda. He tenido la suerte de haber estado en esa consulta mucho tiempo, y esa longitudinalidad crea unos lazos enormes. Los pacientes se sienten bien atendidos y me lo han demostrado con montones de muestras de cariño y con una gratitud enorme que ha convertido la despedida en un momento muy difícil, pero muy bonito.

¿Recuerda algún momento especial por el que sienta que todos estos años han valido la pena?
Quizá el regalo de una familia que estaba de vacaciones en Asturias y me envió a la consulta un detalle con una foto de toda la familia, con una dedicatoria de cada uno de ellos, de las tres generaciones que he atendido. Esto me deshizo porque demostraba verdaderamente lo que es la medicina de familia: poder haber atendido a todos y que todos estuvieran encantados.

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