David Callejo: “Somos los grandes desconocidos, pero si nadie se acuerda del anestesista es que todo ha ido bien”

David Callejo, anestesista y divulgador

..Gema Maldonado.
David Callejo cuenta que no es un médico anestesista de los que siempre han querido llevar la bata blanca y curar pacientes, que lo suyo fue más “una suma de casualidades” que, unidas al esfuerzo, le han llevado a pasar muchas horas al día en la Unidad de Cirugía Cardiaca Infantil del Hospital Gregorio Marañón de Madrid.

Inquieto irremediable, el Dr. Callejo enseña lo que sabe a los futuros médicos en la Universidad Complutense y a los ya graduados que se preparan para el esperado y temido examen MIR, además de resolver casi a diario las dudas médicas de sus más de 270.000 seguidores en Instagram, donde se ha convertido en una referencia desmontando bulos sobre el Covid-19 y respondiendo todo tipo de preguntas sobre salud de una manera sencilla y con un punto de humor. ¿Cómo lo hace? “Bueno, mi sensación es que no llego a todo, excepto en mi trabajo en los hospitales, que es lo más importante para mí”, cuenta por teléfono en una conversación motivada por un nuevo proyecto en el que se ha embarcado: su primer libro.

Y esta prioridad es la que se refleja en Lo primero, la vida. El día a día de un médico que aprendió a darlo todo (Ed. Planeta), un conjunto de historias, la suya propia y las de pacientes y situaciones que ha vivido en su trayectoria como residente y como médico anestesista. Una especialidad que es “la gran desconocida” no solo para la población general, “también es desconocida a veces en el mundo sanitario”. Con la premisa de que el anestesista es “el héroe anónimo que nadie recuerda”, Callejo cuenta en 288 páginas y con un lenguaje apto para no iniciados el día a día de un médico anestesista, la vida en un quirófano y, sobre todo, los aprendizajes que ha ido recogiendo y guardando de sus pacientes.

“La gente sabe de lo que pasa en consultas, incluso en los hospitales, pero sobre lo que pasa en quirófano todo son rumores. Somos los grandes desconocidos”

¿Cómo surgió la idea de escribir un libro y hacerlo ahora?
Siempre que hacía rondas de preguntas por Instagram me daba la sensación de que había muchas cuestiones sobre aspectos de medicina y, en especial, sobre el ámbito del quirófano. Somos los grandes desconocidos. La  gente sabe mucho de lo que pasa en consulta, sabe incluso de lo que pasa en los hospitales, pero me da la sensación que sobre lo que pasa en quirófano todo son rumores. Muchos pacientes están dormidos y los que no, están sedados. Me parecía que había ahí un gran mundo por contar.

Además, me parece que en los años que llevo como médico ha habido grandes historias que he ido anotando para contar en algún momento. Así que cuando he visto que la gente tenía ganas de saber más cosas de quirófano y que tenía historias que contar, me ha parecido un buen momento para contarlas.

Dr. Callejo: “El trabajo del anestesista es una fuente inagotable de anécdotas divertidas, historias intensas, otras dramáticas”

Siendo anestesista en un equipo de cirugía cardiaca infantil no deben faltarle historias y situaciones de todo tipo.
El libro abarca historias de cuando estaba en la residencia y otras más recientes, cuando ya había aterrizado en la Unidad Cardiaca Infantil. También hay alguna historia de la pandemia de Covid-19. Creo que el trabajo del anestesista es una fuente inagotable de anécdotas divertidas, historias intensas, otras dramáticas; de historias con final feliz y otras con un final no tan feliz. Y es que pasamos el día en quirófano con cirujanos de todas las especialidades o en las unidades de críticos. Son muchas situaciones e historias que poder contar.

Habla del trabajo bien hecho del anestesista como el “héroe anónimo que nadie recuerda”. ¿Por qué es tan poco reconocida socialmente esta especialidad?
La anestesia es la gran desconocida, incluso, a veces, dentro del mundo sanitario; hay ocasiones en las que compañeros cirujanos que llevan toda la vida trabajando con anestesistas me preguntan al entrar al quirófano si el paciente está dormido o si está sedado. No conocen del todo las diferencias entre conceptos que manejamos todos los días.

“La anestesia es la gran desconocida incluso en el mundo sanitario; hay compañeros cirujanos que me preguntan al entrar al quirófano si el paciente está dormido o si está sedado”

Dr. David Callejo, anestesista y divulgadorCreo que el ser los grandes desconocidos hace que seamos también los grandes olvidados cuando las cosas van bien. Cuando yo entré en el hospital, un compañero anestesista muy veterano me dijo una frase que nunca se me ha olvidado: “tu labor como anestesista es que nadie recuerde tu nombre”. De hecho, este es uno de los nombres que barajamos para el libro, Que nadie recuerde tu nombre.

Él venía a decir que si nadie se acuerda del anestesista, todo ha ido bien, y si se acuerdan suele ser para lo malo, porque ha habido algún tipo de complicación anestésica. Tu labor tiene que ser que nadie se acuerde de ti. Es curioso que luego sea un anestesista el que acabe escribiendo un libro e intente dar un poco de protagonismo a la anestesia. Pero es verdad que a veces es un trabajo ingrato y con poco protagonismo.

Dr. Callejo: “Un compañero anestesista muy veterano me dijo una frase que nunca se me ha olvidado: ‘tu labor como anestesista es que nadie recuerde tu nombre'”

¿Cómo supiste que querías ser médico y, en concreto, anestesista?
Un poco por azar. En el libro hablo mucho de la suerte y el azar en la vida y en la medicina. Por supuesto detrás de la suerte siempre hay trabajo y esfuerzo, pero también hablo de cuestiones de azar. Yo nunca tuve claro qué quería ser de mayor, creo que no lo tengo claro ni a día de hoy. Saqué buenas notas en el colegio y en selectividad, y es verdad que quería hacer alguna carrera que tuviera relación con ciencias de la salud como veterinaria, enfermería o fisioterapia. Fue mi padre me animó a que probara con medicina.

Nadie en mi familia tiene estudios superiores. A mi padre siempre lo he admirado mucho y me dijo que le haría ilusión tener un hijo médico. Fue la primera vez que me dejó ver sus ilusiones, porque es muy hermético y eso me hizo animarme. Después, no nos vamos a engañar, me animé porque la Facultad de Medicina estaba muy cerca de casa y justo debajo de la casa de mi mejor amigo. Dicen que es una carrera muy vocacional y desde pequeños queremos ser médicos, pero en mi caso no fue así, fue más una suma de casualidades.

“Dicen que es una carrera muy vocacional y desde pequeños queremos ser médicos, pero en mi caso no fue así, fue más una suma de casualidades”

¿Cómo es “el día a día de un médico que aprendió a darlo todo”?
En el libro intento contar cuál es nuestro día a día como anestesistas. Cuento todo lo que hacemos, con terminología coloquial para que todo el mundo lo entienda, y el papel que tenemos, que es más importante de lo que parece, en la evolución del paciente.

Explico cómo empezamos viendo al paciente en la consulta de preanestesia, donde intentamos optimizarlo todo lo posible para que llegue al quirófano en las mejores condiciones, y cómo somos los que tenemos que hacer distintas comprobaciones, junto a enfermería y cirujanos, antes de entrar al quirófano para que todo esté bien en la intervención.

“Todos los días de nuestra vida tenemos momentos de tensión altísima, como es el de dormir al paciente”

Todos los días de nuestra vida tenemos momentos de tensión altísima, como es el de dormir al paciente. Sabemos que deja de respirar y hay que hacer algo para manejar su vía aérea, y sabemos que en tres o cuatro minutos el paciente puede fallecer si no lo hacemos bien. Después, durante la cirugía, somos los médicos del paciente. Por ejemplo, si le pasa algo en el corazón no podemos llamar al cardiólogo, somos nosotros los que lo tenemos que arreglar la situación. Tras la operación, tenemos una labor muy importante, en el posoperatorio.  Además, los pacientes de cirugías importantes acaban en unidades de críticos que también llevan anestesistas, nuestro trabajo es intentar que se recuperen lo antes posible.

¿De qué caso has obtenido mayores aprendizajes?
Yo creo que sacamos aprendizajes de todos. Hay uno en concreto del que aprendí mucho porque no lo recuerdo. Cuento en el libro que me llegó un mensaje de una mujer a través de Instagram, explicándome que su padre se había tirado a las vías del tren intentándose suicidar, que le habían podido sacar con vida y lo habían llevado a mi hospital. Me decía que estuvimos con él 12 horas en quirófano y que fui yo la primera persona que salió a hablar con ellos, a las cinco de la madrugada, para explicarles cómo había ido la cirugía y decirles que su padre estaba extremadamente grave, pero consideraba que todavía había oportunidades para que saliera adelante.

“Quizá tú te olvidas de los pacientes o de los familiares en algún momento, pero probablemente ellos nunca se olviden de ti, ni para lo bueno ni para lo malo”

Parece un caso muy impactante, pero es verdad que muchas veces esto puede llegar a ser el día a día en las guardias de anestesia y yo no recuerdo el caso. Sin embargo, la mujer decía que ella nunca se olvidó de mi voz y de que cómo les traté en ese momento. Un día escuchó mi voz de fondo en la tele y al ver mi apellido, del que tampoco se había olvidado, y ver que tenía una cuenta en Instagram, se había animado a escribirme.

Lo que aprendí es que, quizá tú te olvidas de los pacientes o de los familiares de los pacientes en algún momento, pero probablemente ellos nunca se olviden de ti, ni para lo bueno ni para lo malo. Es una enseñanza importante que siempre que tienes un paciente delante o un familiar, probablemente ellos esté pasando de los momentos más duros de su vida, que son los momentos en los que pierden la salud. Y creo que tener un trato especial con ellos puede ser lo que marque la diferencia para que pasen esos momentos mejor o peor.

“Nadie nos enseña a dar noticias difíciles, ni a tratar con familiares, cosas que van a ser fundamentales en la práctica clínica”

¿Hay suficiente humanización en la sanidad y entre los profesionales?
Creo que durante la universidad no se da la suficiente importancia a esto, por lo menos cuando yo estudiaba. Espero que este aspecto se haya mejorado. Pero es verdad que no estamos suficientemente formados en este sentido cuando es algo fundamental en nuestra profesión. Nadie nos enseña a dar noticias difíciles, ni a tratar con familiares, cosas que van a ser fundamentales en la práctica clínica. Por supuesto hay que saber lo que es una glomerulonefritis o una cirrosis, pero a lo mejor no ves a ningún paciente así en toda tu vida profesional. Lo que sí es seguro es que vas a tratar con gente enferma y sus familiares. Creo que es importante que se le otorgue más relevancia en nuestra formación.

Trata a diario con familiares en su momento más vulnerable: sus niños tienen un problema grave de salud. ¿Es diferente tratar con estos familiares con respecto a los de otro tipo de pacientes?
Todos los familiares se preocupan por su persona querida enferma, pero es verdad que quizá los padres con un niño pequeño que tiene una enfermedad pueden estar más agobiados. Creo que hay que tratarles con una sensibilidad especial o estar especialmente atentos a las necesidades que puedan tener porque pasan por uno de los momentos más duros que puede vivir una persona, cuando tu hijo pequeño pierde la salud y no sabes hacia dónde van a ir las cosas. Ahí hay que ser especialmente cuidadosos y medir las palabras que les dedicas, porque ellos van a recordar cada una de las palabras que les digamos.

“Cuando murió un paciente con el que tuve un contacto muy estrecho llegué a pensar que a lo mejor merecía la pena tener una relación más fría con los pacientes”

¿Cómo le afectan las historias con final triste, cómo se gestiona eso?
En otro de los capítulos del libro cuento que cuando era estudiante tuve un contacto muy estrecho con un paciente de la unidad de neumología; un hombre que estaba un poco solo, que había tenido una vida muy interesante, pero muy enfocada al trabajo y se había olvidado un poco de su familia, él lo confesaba así. Era un hombre muy amable y con ganas de hablar, u yo era residente de cuarto año e hicimos no sé si una amistad, porque siempre es difícil hablar de amistad en estas situaciones, pero sí tuvimos un contacto muy estrecho en dos o tres semanas que estuvo ingresado.

Un día llegué a la planta, le había comprado un libro para darle las gracias porque me había ayudado mucho en conversaciones que habíamos tenido, y me dijeron que había muerto. Lo pasé casi como si hubiera muerto un familiar o un amigo de verdad. En algún momento llegué a pensar: a lo mejor merece la pena tener una relación más fría con los pacientes. Pero después me di cuenta que conversaciones que había tenido con este paciente me habían ayudado a tomar decisiones en mi vida.

El libro lanza un poco ese mensaje: no solo los médicos ayudamos a los pacientes, muchas veces los pacientes nos ayudan a los médicos. Está claro que va a haber momentos duros cuando un paciente va mal. Pero creo que las cosas positivas que nos dejan los pacientes superan con creces a las negativas.

“Los médicos también dudamos y eso no es malo. Un médico que no duda nunca puede llegar a ser peligroso”

¿Con qué quiere que se queden los lectores del libro?
Creo que hay varios mensajes. Primero, que los médicos no lo sabemos todo, que también dudamos y eso no es malo. Un médico que no duda nunca puede llegar a ser peligroso. Segundo, que en la medicina no todo es blanco o negro y no siempre tenemos protocolos claros. Hay momentos en que tomamos decisiones difíciles y nos podemos equivocar y luego. Y, sobre todo, quiero que quede esa relación médico-paciente y cómo ambos nos podemos beneficiar de esa relación.

Por último, ¿cómo fue la cara de su padre cuando finalmente cumpliste su ilusión de tener un hijo médico?
Pues no he visto nunca llorar a mi padre, pero ese día, además de licenciarme di el discurso de la graduación. Creo que fue mi primer flechazo con la divulgación, me di cuenta de que me gustaba hablar y no me costaba hacerlo en público. Cuando vinieron mis hermanas a saludarme, mi padre se quedó un poco rezagado, miraba al suelo y no sabía qué le pasaba. Cuando me acerqué y levantó la cara vi que estaba llorando y es la única vez en mi vida que lo he visto emocionado.

Noticias complementarias:

Opinión

Multimedia

Economía

Accede a iSanidad

Síguenos en