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40 Jóvenes Profesionales.
La Dra. Marta Tejedor es jefa de la Sección de Hepatología en el Hospital Infanta Elena, donde combina las tareas de gestión, al frente de un equipo de 12 personas, con la actividad clínica y endoscópica. Cuenta con una amplia experiencia en el campo de la hepatología clínica, especialmente en el tratamiento de cirrosis avanzada e hiponatremia en la cirrosis. De hecho, actualmente está realizando su tesis doctoral sobre los efectos cerebrales de la hiponatremia. Además, la Dra. Marta Tejedor compagina su labor asistencial con la docencia y la participación en diversos proyectos de investigación e de innovación.
Para la Dra. Marta Tejedor es esencial fomentar la prevención y el diagnóstico precoz de las enfermedades hepáticas, para lo que es necesario mejorar el nivel de conocimiento de este tipo de enfermedades y sus consecuencias entre la población.
¿Cómo afectó al trabajo de una hepatóloga la llegada del Covid-19, en cuanto a miedos, atención a los pacientes, relaciones personales, etc.?
Durante lo peor de la pandemia no fui hepatóloga. Como tantos compañeros de todas las especialidades, nos convertimos en “internistas de adopción” y lo hicimos lo mejor que pudimos. Nos apoyábamos los unos en los otros, lo que no sabíamos se lo preguntábamos a los internistas “de verdad”, e intentábamos acompañar a los pacientes y sus familias lo mejor posible. Fue muy duro para todos. Los pacientes, sus familias y los médicos teníamos miedo. Se sabía muy poco de la enfermedad, que era devastadora a todos los niveles, y estábamos desbordados. Muchos perdimos amigos, compañeros y familiares. En concreto, mi padre estuvo dos meses en la UVI durante lo peor de la pandemia y, finalmente, no lo pudo superar.
Ha sido muy duro, la verdad. Yo pasaba las tardes en el “gimnasio Covid” con los pacientes que no eran candidatos a UVI, pero precisaban monitorización estrecha. Les llevaba revistas y chocolatinas, les leía, les preguntaba por sus hijos, les cogía la mano. He visto a familias despedirse de sus seres queridos por videollamada. Allí hemos llorado todos.
¿Cómo se puede ayudar al paciente a ser más consciente de las enfermedades hepáticas? ¿Hay que trabajar mucho más junto a atención primaria?
Lo fundamental en medicina es la buena comunicación con el paciente. Esto requiere de una adecuada relación de confianza y de suficiente tiempo para explicar las enfermedades de forma sencilla y comprensible. No hay que asustar, pero tampoco minimizar ni ocultar las consecuencias que puede llegar a tener una enfermedad hepática que progresa. Es imprescindible que el paciente pueda resolver todas las dudas que le vayan surgiendo a lo largo del camino.
Según la Dra. Marta Tejedor, la investigación es un pilar fundamental para que los tratamientos de las enfermedades hepáticas sean cada vez mejores
¿Hace falta más tiempo para seguir investigando y para la atención a los pacientes?
La investigación es un pilar fundamental para que los tratamientos de las enfermedades hepáticas sean cada vez mejores. En última instancia, esto se traduce en una mejora de la calidad de vida y la supervivencia de nuestros pacientes. El ejemplo más claro y reciente en el campo de la hepatología es el tratamiento de la hepatitis C.
Cuando yo empecé la residencia, teníamos tratamientos con un 60-70% de eficacia, en el mejor de los casos, que se daban durante un año con multitud de efectos adversos. En los últimos años han aparecido fármacos que atacan directamente al virus, curando la infección en más del 95% de los casos en 2-3 meses y con una
excelente tolerabilidad. Como he comentado más arriba, el tiempo dedicado entablar una relación de confianza con el paciente, para explicarle su enfermedad, pronóstico y opciones terapéuticas es importantísimo.
Uno de los grandes desafíos de la hepatología es en el diagnóstico precoz de enfermedades como la hepatitis, el cáncer o la cirrosis, ¿cómo se trabaja para mejorarlo?
Para lograr diagnosticar precozmente las enfermedades hepáticas, lo primero es ser consciente de que existen. Están surgiendo iniciativas desde las sociedades científicas, por ejemplo la AEEH, para divulgar entre la población general las principales hepatopatías. Sin embargo, serán necesarias campañas gubernamentales a nivel nacional, en las que se priorice la concienciación sobre estas enfermedades y se favorezca el acceso a pruebas diagnósticas rápidas y sencillas para aquellos pacientes en riesgo de sufrir alguna de ellas. Además, sería deseable simplificar y agilizar las vías de acceso a la consulta de especializada, para ampliar el diagnóstico si es preciso e instaurar un tratamiento precoz.
¿La prevención es uno de los grandes fallos del sistema sanitario actual?
Para poder prevenir una enfermedad, es necesario saber que existe, cómo se desarrolla y qué consecuencias tiene. Por lo tanto, insisto en que es importantísimo concienciar a la población y establecer canales de comunicación eficaces. Además, en términos de prevención, no podemos limitarnos a la población adulta, ya que los hábitos que se adquieren en la infancia repercuten a lo largo de toda la vida. En concreto, estoy pensando en la enfermedad hepática grasa no alcohólica. Los factores de riesgo para su desarrollo son la obesidad y la diabetes mellitus, entre otros.
Trabajar desde la infancia en la alimentación saludable, el ejercicio físico y la prevención del sobrepeso redundará sin duda en beneficios de salud futuros y en una reducción de costes para el sistema sanitario. Estas estrategias se han de trabajar a todos los niveles, desde el médico de familia hasta campañas gubernamentales.
¿Cómo se imagina el sistema sanitario del futuro?
Creo que caminamos hacia una medicina personalizada, donde nos podamos adaptar a las necesidades de cada paciente en tiempo y forma. Una medicina flexible, ágil e imaginativa, que logre utilizar las nuevas tecnologías para facilitar la comunicación médico-paciente, pero que no pierda de vista que el arte de la medicina también comprende el poder sanador de una mirada comprensiva o de una sonrisa. A los pacientes también hay que verlos, escucharlos y tocarlos. Estoy segura de que encontraremos el equilibrio para cada caso.
¿Cómo se imagina su situación profesional dentro de 10 años?
Hace mucho que dejé de intentar planificar mi vida. Intento vivir el momento presente, sin preocuparme demasiado de lo que pueda pasar más adelante. Lo que tengo claro es que la medicina es mi pasión y mi motor. Esté donde esté, estaré cuidando lo mejor que pueda de mis pacientes, aprendiendo, dando lo mejor de mí misma con humildad. Espero no perder nunca la vocación de servicio, el amor por los pacientes y por nuestra profesión.
¿Qué se puede aprovechar lo bueno que tenemos hoy en el sistema sanitario?
Lo mejor de nuestro sistema sanitario son sus profesionales: fuertes, comprometidos, apasionados… Pero para que el sistema funcione, tenemos que cuidarlos. De nada sirve la mejor infraestructura del mundo si nadie quiere trabajar en ella. Creo que se puede plantear una nueva manera de trabajar, pero requiere educación a muchos niveles, no sólo de los profesionales sanitarios, sino también de los pacientes. De cómo optimizar los recursos que tenemos y cómo integrar las nuevas tecnologías en el proceso.
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