..Gema Maldonado (Zaragoza).
Ha estado en el debate político en un marco nacional e internacional, y sigue estándolo: la aplicación de terceras dosis de refuerzo de la vacuna del Covid-19 en personas mayores bajo el argumento de la inmunosenescencia. Pero, para algunos expertos, la edad no debe ser tomada como criterio único para tomar este tipo de medidas de salud. “No todo el mundo a partir de los 65 años tiene inmunosenescencia. No vale la edad, necesitamos biomarcadores porque hay personas mayores con un fenotipo robusto que no necesitan este tipo de refuerzo. Tenemos personas de 70 años que responden mejor que gente de 20”.
Así lo argumentó el Dr. Fernando Fariñas, director del Instituto de Inmunología Clínica y Enfermedades Infecciosas del Grupo Ynmun en Málaga y uno de los ponentes de la mesa sobre inmunosenescencia y vacunación en adulto celebrada en el 43 Congreso Nacional de Semergen en Zaragoza. Una reflexión compartida por el resto de ponentes. “Los protocolos por criterios de edad tienen que desaparecer, se deben usar valores de funcionalidad”, apuntó el Dr. Álvaro Morán Bayón, médico de familia del Complejo Asistencial Universitario de Salamanca.
Dr. Morán: “Los protocolos por criterios de edad tienen que desaparecer, se deben usar valores de funcionalidad”
Tampoco consideran válida la situación de inmunodepresión, sin buscar más allá, a la hora de aplicar terceras dosis o de no vacunar frente a otras enfermedades infecciosas a las personas en esta situación. “Hay distintos tipos de inmunodeprimidos y no hay una receta que sea para todos igual”, apuntó el Dr. Fariñas, “tenemos que clasificar muy bien a quién tenemos delante para establecer un protocolo de vacunación u otro. Y hace falta mucha formación en inmunodepresión”.
Una mala situación del sistema inmune puede afectar de forma importante a la respuesta de las vacunas. La inmunosenescencia tiene cada año consecuencias, con las altas tasas de gravedad de infecciones y de mortalidad en las personas mayores. Una gripe grave, una neumonía o el Covid, provocan muchas más muertes en ancianos. “También provoca la reactivación de virus”, señaló el inmunólogo. “Un ejemplo es el herpes zóster, como reflejo de la disminución de la inmunidad celular para luchar contra el virus. La inmunosenescencia se asocia a mayores complicaciones o secuelas por este virus”.
El envejecimiento del sistema inmune provoca que “todas las barreras de la inmunidad innata sean más permeables”, explicó el Dr. Fariñas, “pero también empeora la respuesta celular y hace que el sistema tenga menos capacidad de controlar la inflamación”. Todo esto unido, “es una bomba de relojería”, afirmó. Aumenta no solo el número de infecciones y su gravedad, también incrementa el riesgo de enfermedades inflamatorias e inmunomediadas.
“La inmunosenescencia hace que las barreras de la inmunidad innata sean más permeables, empeora la respuesta celular y hace que el sistema tenga menos capacidad de controlar la inflamación”
Entre otros procesos, la inmunosenescencia provoca la disminución en el número de lifocitos B y en la calidad de los anticuerpos que produce. “Caen, además la afinidad y avidez” de estos anticuerpos al unirse al virus. Y el sistema produce muchos anticuerpos inespecíficos. “A veces, ante un antígeno, producen un anticuerpo que nada tiene que ver con ese antígeno”, añadió el inmunólogo.
La genética y los factores ambientales pesan en todo este proceso. Por eso habló del “inmunofitness”. “Si logramos hacer buenos hábitos vamos a entrenar al sistema inmunitario para que responda mejor. Y dentro de ese entrenamiento están las vacunas, no solo porque previenen enfermedades, sino porque vemos que tienen efecto heterólogo: modulan la respuesta inmunitaria de forma que hacen al sistema resistente a otras infecciones y otras enfermedades de tipo no infeccioso”.
La personalización de las vacunas dirigidas a personas mayores y el uso de adyuvantes “muy potentes” puede compensar a la inmunosenescencia
El inmunólogo apostó por la personalización de las vacunas que se dirigen a las personas mayores “para compensar sus alteraciones inmunitarias” y utilizar adyuvantes “muy potentes” que compensen esa falta de inmunidad. Un ejemplo de ello es la vacuna del herpes zóster que incluye adyuvantes que potencian la inmunidad celular y humoral en las personas ancianas. “Hay resultados con esta vacuna de persistencia de la inmunogenicidad humoral y celular tras 10 años”, afirmó el Dr. Fariñas. La vitamina D, “importante por ser un gran inmunomodulador y antiinflamatorio porque activa los linfocitos T reguladores” y el ejercicio físico junto al control del estrés de las personas mayores, son otros factores muy importantes en el grado de inmunosenescencia.
Pese al importante papel que pueden jugar las vacunas en adultos y personas mayores, el Dr. Álvaro Morán lamentó la baja cobertura vacunal en adultos. Hasta el punto de que “no hay datos de vacunación en adultos, excepto de la gripe”. Cuya cobertura, en años prepandemia, solo superaba el 50%.
Para cambiar estas tendencias, el médico de familia cree que los sanitarios y la sociedad “podemos presionar para mejorar las políticas en salud”. Y apuesta por una mayor promoción, “hay que revisar al paciente adulto sano y preguntar por el calendario de vacunación”, dijo, y formación en vacunas para toda la población, pero también para los propios sanitarios. “Aquí todos conocemos los efectos secundarios de las vacunas del Covid. ¿Pero cuántos conocemos los de las vacunas del neumococo o del Heres Zoster?”, reflexionó.
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