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La Dra. Lucrecia Yáñez, hematóloga del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla en Santander (Cantabria), es testigo en su consulta de cómo el diagnóstico de leucemia linfocítica crónica supone “un jarro de agua fría” para los pacientes, por los miedos que implica la palabra leucemia. Sin embargo, la mitad de los pacientes con este tipo de cáncer de la sangre no requiere tratamiento y, para la otra mitad, la que sí tendrá que someterse a terapias, las nuevas moléculas dirigidas y la inmunoterapia “han supuesto un cambio drástico” en los últimos años. La especialista ofrece una visión actualizada sobre el conocimiento de la biología de esta enfermedad y se muestra optimista ante los nuevos tratamientos, en una entrevista en colaboración con Janssen coincidiendo con el mes del cáncer de la sangre.
“Intentamos explicar que esta enfermedad no tiene nada que ver con esa imagen de la leucemia que tenemos en la cabeza”
Septiembre es el mes del cáncer de la sangre y el pasado día uno se conmemoraba el día de la leucemia linfocítica crónica. Este tipo de neoplasia tiene mejores tasas de supervivencia que otras. Pero, ¿qué supone para el paciente el diagnóstico de la enfermedad?
Supone un jarro de agua fría. Por desgracia, esta enfermedad tiene un nombre que es leucemia, una palabra que implica pensar: “voy a morir en poco tiempo”, “necesito un tratamiento de quimioterapia” o “me tienen que hacer un trasplante de médula”. Esto es algo que intentamos solucionar desde la Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia (SEHH) y desde el Grupo Español de Leucemia Linfocítica Crónica, explicar que esta enfermedad es una leucemia diferente a otras, que no tiene nada que ver con esa imagen de la leucemia que tenemos en la cabeza y que lleva a pensar “me queda poco tiempo de vida”.
¿Se conocen lo suficiente las bases moleculares que provocan este tipo de leucemia para poder entender mejor la enfermedad?
Sabemos mucho. Precisamente, el pasado cuatro de agosto se publicó en Nature un trabajo del Grupo Cooperativo Internacional cuya investigación se ha liderado desde España, sobre la genética de esta enfermedad. Vamos avanzando en este conocimiento y gracias a eso estamos mejorando los tratamientos, que han supuesto un cambio drástico en los últimos 10 años en el abordaje e incluso en el pronóstico de aquellos pacientes que necesitaban medicación, porque no todos los pacientes con leucemia linfática crónica van a necesitar un tratamiento a lo largo de la evolución de la enfermedad.
“Sabemos mucho de la genética de la leucemia linfocítica crónica y gracias a eso estamos mejorando los tratamientos, que han supuesto un cambio drástico en los últimos 10 años”
¿Qué ha supuesto la llegada de las terapias dirigidas y la inmunoterapia en el abordaje de la enfermedad? ¿Cómo han repercutido en la mejora de las tasas de supervivencia?
El mayor conocimiento de la biología de la enfermedad ha permitido dar tratamientos más dirigidos, es decir, con menor toxicidad frente a células no neoplásicas. En el caso de los pacientes que desde el punto de vista genético y molecular tenían factores de mal pronóstico, realmente esas moléculas han mejorado sustancialmente el pronóstico y la supervivencia. Hay un grupo de pacientes en los que la supervivencia era de dos o tres años con los tratamientos previos y, a día de hoy, con moléculas dirigidas, tenemos en estos pacientes supervivencias a cinco años por encima del 80%. Hemos mejorado significativamente.
¿Qué nuevas terapias están dando buenos resultados en estos pacientes?
Fundamentalmente se centran en dos áreas. Una de ellas es la inhibición de la tirosina quinasa de Bruton, que es una proteína que está implicada en la señalización del linfocito que está alterado en la leucemia linfática crónica. La segunda son inhibidores de una proteína antiapoptótica que es la BCL2. Son estos fármacos los que están cambiando actualmente el escenario terapéutico de los pacientes porque son muy eficaces, incluso en las peores formas de leucemia linfática crónica, las más agresivas desde el punto de vista genético y molecular y con mayor resistencia a los tratamientos previos.
“Hay pacientes cuya supervivencia era de dos o tres años y hoy, con las moléculas dirigidas, tenemos supervivencias a cinco años por encima del 80%”
¿En la práctica clínica se considera un objetivo alcanzar la enfermedad mínima residual negativa?
Alcanzar la enfermedad mínima residual negativa significa que podemos discontinuar el tratamiento. Es cierto que las moléculas que tenemos actualmente están más centradas en las células leucémicas, pero, como cualquier otro medicamento, pueden tener sus efectos secundarios. Cuanto menos estemos en presencia de un medicamento, menos probabilidad tendremos de desarrollar un efecto secundario. También se suma el coste de ese tratamiento.
En esta enfermedad, alcanzar la enfermedad mínima residual negativa implica que podemos discontinuar medicación y eso para el paciente puede ser positivo al no tener que estar ligado a una medicación constante. Además, esta enfermedad la diagnosticamos muchas veces en pacientes por encima de los 70 años, que llevan otro tipo de medicación porque tienen otras patologías.
“En la leucemia linfocítica cronica alcanzar la enfermedad mínima residual negativa implica que podemos discontinuar medicación y evitar efectos secundarios”
¿Qué importancia tiene para los pacientes y su entorno la buena tolerabilidad de estas nuevas terapias y su efecto en la calidad de vida?
Uno de los cambios importantes es que antes la mayoría de los tratamientos los administrábamos por vía intravenosa y ahora mayoritariamente son por vía oral. Esto mejora significativamente la calidad de vida del paciente. Sobre todo en algunos esquemas de tratamiento en los que únicamente utilizamos medicación oral, como son los inhibidores de la tirosina quinasa de Bruton. Con estos fármacos hacemos que el paciente se desligue mucho del hospital, el inicio del tratamiento es muy cómodo y no necesitan una vía intravenosa. Tampoco tienen que venir al hospital de día a ponerse medicación ni tienen controles tan seguidos dentro del hospital.
Hablamos de una enfermedad en la que la medicina personalizada es clave para ofrecer a cada paciente la terapia más indicada en cada caso…
Estamos conociendo más la genética de esta enfermedad y estamos muy pendientes del big data para poder identificar cuáles son las mejores moléculas para esos pacientes en los que, pese a los nuevos tratamientos, la enfermedad sigue progresando o tienen más riesgo de desarrollar una evolución de la LLC más agresiva, que es el Síndrome de Richter. Poder evitar esa mala evolución es esencial. Aunque en esta enfermedad solo un 50% de pacientes van a necesitar un tratamiento, sí que es importante poder definir cuál es la mejor opción terapéutica para cada paciente según las características de la enfermedad y del propio paciente, evitando que aparezcan efectos secundarios que no deseamos.
“La mayoría de los tratamientos los administrábamos por vía intravenosa, ahora son por vía oral. Esto mejora significativamente la calidad de vida del paciente”
¿Se puede hablar ya de cronificación de la enfermedad? ¿Se vislumbra la curación en un futuro próximo?
Esta enfermedad ya lleva la palabra crónica en su nombre. Como ya comentaba, la mitad de los pacientes no van a necesitar un tratamiento y muchas veces su seguimiento puede hacerse en atención primaria porque nunca va a progresar la enfermedad. En aquellos otros que sí necesitan tratamiento, más que cronificarla el objetivo que estamos buscando es poder curar la enfermedad, que podamos dar tratamientos dirigidos que permitan eliminarla. Espero que dentro de unos años hablemos de que estamos curando la leucemia linfocítica crónica.
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