La fisioterapia como medida para prevenir el síndrome de inmovilidad y mantener el estado funcional del adulto mayor

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..Victoria Guillén.
El envejecimiento produce una limitación de las actividades desarrolladas de forma fisiológica por los sistemas del organismo como pérdida de fuerza, aumento de la rigidez, alteraciones del equilibrio y dolor, entre otros trastornos. Estos cambios en el adulto mayor se pueden ver potenciados tras largos periodos de inmovilidad, con frecuencia debido a enfermedades que cursan con una hospitalización, ocasionando el síndrome de inmovilidad. Este síndrome, potencialmente reversible y prevenible, deteriora de manera significativa la calidad de vida de los pacientes. Por ello, la mejor manera de evitar su aparición es manteniendo un buen grado de movilidad. De hecho, varios estudios coinciden en señalar el ejercicio físico como principal factor para prevenir la inmovilidad.

Un 33% de los ancianos con inmovilidad aguda muere en un plazo de 3 meses y más de un 50% a los 12 meses

Actualmente, un 18% de las personas mayores de 65 años presentan dificultades para movilizarse sin ayuda y un 50% de los mayores de 75 años tienen problemas para salir del domicilio.  A nivel hospitalario, un 59% de los ancianos ingresados en unidades de agudos inician dependencia en nueva AVD (actividad de la vida diaria); de los ancianos con inmovilidad aguda, el 33% muere en un plazo de tres meses y más de un 50% a los 12 meses. En este sentido, Cristian Borobia Pueyo y Iván Garrido González, fisioterapeutas de Amavir Villanueva de la Cañada, destacan que “la fisioterapia cobra un papel muy importante en la prevención, recuperación y mantenimiento del estado funcional del adulto mayor”.

Así, el objetivo de la rehabilitación es reestablecer la función tras la enfermedad o lesión, compensando la pérdida funcional y la prevención de las complicaciones secundarias. “El plan de trabajo se debe realizar de forma individualizada y progresiva, tratando de aliviar el dolor, mejorar el tono muscular y mantener la movilidad articular. Asimismo, se debe potenciar la musculatura, mejorar la capacidad respiratoria, circulación, coordinación y actitudes posturales”, explica Garrido González. Cabe destacar la figura del fisioterapeuta como elemento principal para conseguir una pronta y adecuada recuperación del paciente. Este profesional desempeñará el uso de las diferentes técnicas y ejercicios necesarios para favorecer dicha mejoría.

Según los expertos el plan de trabajo se debe realizar de forma individualizada y progresiva, tratando de aliviar el dolor y mejorar el tono muscular 

Existen múltiples factores que favorecen la inmovilidad en el adulto mayor: intrínsecos, cambios relacionados con el envejecimiento y la patología de cada persona, y extrínsecos, como factores yatrogénicos, ambientales o sociales. Una vez instaurada esta condición, la segunda vía de prevención es la detención precoz. “Para muchos ancianos este deterioro funcional supone el inicio de la fragilidad, ya que la presentación del síndrome de inmovilidad puede ser variable, encontrando casos agudos o insidiosos”, subraya Borobia Pueyo.

Por otra parte, Borobia Pueyo añade que “también se pueden establecer una serie de adaptaciones en el entorno que favorezcan los desplazamientos y estimulen el mantenimiento de la autonomía, por ejemplo, evitando barreras arquitectónicas (retirada de inmobiliario, alfombras y cables), mantener el nivel sensorial, adaptaciones técnicas y estimular la autonomía para las actividades básicas de la vida diaria”.

La prevención terciaria incluye el tratamiento de las complicaciones, como la rigidez, contracturas, atrofias, anquilosis articulares. Esta se inicia con el control postural e implica la alineación corporal de forma simétrica del cuerpo evitando posturas antiálgicas o viciosas, así como cambios posturales cada dos horas inicialmente. “Los cambios posturales han de ser frecuentes, programados y regulares. Inicialmente cada dos horas y después ajustados a cada enfermo, según la aparición de eritema cutáneo. Además, deben llevarse a cabo cuando el anciano está en sedestación, cogiéndolo por las axilas desde atrás y levantando los glúteos durante unos segundos”, explica Garrido González.

Para muchos ancianos el deterioro funcional supone el inicio de la fragilidad, ya que la presentación del síndrome de inmovilidad puede ser variable

Según ambos especialistas, esta situación de inmovilización debe ser incluida dentro del listado del paciente geriátrico. Una vez valorada su situación, deberá establecerse un plan de actuaciones que abarque: tratamiento, rehabilitación para evitar la progresión de la inmovilidad, el uso de ayudas y la prevención de las complicaciones asociadas, con el objetivo principal es recuperar la situación basal previa, si la rehabilitación total no es posible. “La incorporación en todas estas terapias tiene que venir precedida de un conocimiento completo del usuario que obtenemos del trabajo del equipo multidisciplinar del centro y, siempre, del consenso con el paciente que debe guiar nuestro trabajo”, concluye Borobia Pueyo.

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